lunes, 22 de abril de 2013

Trueno, tobi, maxi y maría (los inseparables)



 Trueno, tobi y maxi eran los amigos inseparables de maría, los que iban con ella a todos los sitios, los que nunca la dejaban sola y siempre la protegían. Sus perros eran perros felices porque vivir y recibir los cuidados de maría les daba una felicidad eterna. Los tres iban siempre a su lado con carita de corderitos degollados, con cara de perritos atolondrados, atolondradamente felices y juguetones.

Jugaban al fútbol en el campo de albero del colegio cercano, al pilla- pilla en el parque de los patos, al escondite de noche en su barrio, a hacerse el muerto todos sobre ella, a punto de aplastarla, porque no os lo he contado antes y perdonad el olvido, pero es que ya uno no está muy fino con esto de la memoria, ya saben ustedes, cosas de alemanes cabrones y de alemanas hijas de puta que nos quieren quitar todo y ya hasta nuestro pasado, nuestras referencias.

El caso es que maría era una preciosa niña feliz a la que le encantaba estar con sus perros e imaginarse que salvaba vidas con ellos, que rescataban a niños ocultos tras los escombros de un derrumbe, atrapados entre los cascotes producidos por un terrible terremoto. Y ella y sus perros los salvaban a todos y siempre acaban en fiestas celebrando sus triunfos, tomando dulces, caramelos y sangüiches de choped y mortadela de colores. Ah, y no faltaba la tarta, una hermosa tarta de tres pisos como las de las bodas, que comían con las manos y que acababan tirándosela unos a otros jugando y riendo. Al final, todos juntos terminaban en la alberca de aguas cristalinas y frías, porque llegaban directamente de lo más profundo del pozo de la noria, aquella donde un pobre mulo no dejaba de dar vueltas todo el día. Esa visión era la única visión dolorosa que tuvo maría en su infancia, por eso ella se prometió así misma que sería siempre libre, que nada ni nadie le ataría de manera que se viera alguna vez como ese mulo dando vueltas y vueltas sin poder huir de su rutina aplastante, de su prisión circular y engañosa.

María de pequeña siempre había soñada que dedicaría su vida a ayudar a la gente, a intentar hacerles la vida más alegre, a que superaran sus penas y sus desdichas, a poder paliar el sufrimiento y el dolor inevitable.

María siempre fue una niña feliz y muy especial. Tenía todo lo que necesitaba una niña como ella para ser feliz: unos padres que la querían más que a sus vidas, unos hermanos que la adoraban y la mimaban porque ella era su pequeñina, su muñeca, su queca, y unas amigas inseparables con las que podía compartirlo todo. Creo que una vez, según me contó su mamá, compartieron hasta un novio, su primer novio, un amigo del cole muy guapo, que les contaba historias del arco iris y de viajes por el mundo en un globo. Esta era otra de su pasiones: viajar, recorrer el mundo y no parar de darle vueltas hasta saber que lo había conocido todo.

Cuando maría llegaba del cole, su madre la estaba esperando con su bocadillo de nocilla y su gran vaso de leche para poderse poner grande y fuerte. Ella quería crecer ya, hacerse mujer ya para poder empezar a trabajar ayudando a la gente a ser feliz, dándoles su sonrisa, su amor y sus tiernos abrazos que tanta seguridad y satisfacción aportaban.

Sus perros serían sus colegas en el trabajo. Estaba segura de que serían buenos compañeros y que aportarían desinteresadamente todo su entusiasmo, toda su vitalidad, toda su energía, toda su fidelidad a todos los que la necesitaran.

- A ver, colega trueno, hoy usted se encargará de la niña que llegó hace unos días y que desde entonces no ha dejado de llorar ni no ha probado bocado. Confió en usted y espero verla corretear detrás suya riendo a carcajadas y dándole enormes bocados a un rico bocata que lleve en la mano.

- en cuanto a usted, tobi, sé que es especialista en cariño, así que le encomiendo una difícil misión. Ayer llegó a nuestra sede una niño de trece años que ha perdido recientemente a su padre y está muy triste. Quiero que usted le haga olvidar sus penas. Sabemos por información de su madre, que está muy preocupada por él, que le encanta pintar y que escribe poesías a amores platónicos. Es un niño muy reservado y no habla con cualquiera, para entrarle hay que hacerlo con gran habilidad, si el sospecha que queremos ayudarle se va corriendo. Le digo lo mismo que a su compañero. Confío en usted, colega.

- mi viejo maxi, no creas que me he olvidado de ti, ya sabes que nunca me olvido de ti y que te reservo los casos más delicados y acuciantes. Hoy llegarán dos hermanos, un niño de cinco años y su hermanita mayor, de siete. Los dos han sido retirados a sus padres por abandono y desnutrición severa. Me han informado que vienen con mucho miedo y que están muy tristes. Así que mi querido maxi, te recomiendo que te armes de paciencia y confío que en pocos días estos hermanitos estén integrados con el resto de niños y jugando en el patio y en las salidas al campo a coger setas, espárragos y tagarninas.

Así pasaban los días de maría junto a sus perros, jugando siempre con ellos , dándoles todo su amor, imaginándose en un lugar donde ayudaba a la gente a ser feliz, y por las noches, cuando ya le llegaba el cansancio, se iba a dormir con ellos a su cuarto. Sus padres siempre dejaron que sus perritos se acostaran con ella, a los pies de su cama. Les calentaban sus piesecitos fríos y se sentía más segura y así dejaron de volverle las pesadillas feas de las noches, donde se veía sola sin sus perros, porque ella nunca, nunca dejaría a sus perros. Ellos irían siempre donde ella fuera.



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