Jugaban al fútbol en el campo de albero del colegio cercano,
al pilla- pilla en el parque de los patos, al escondite de noche en su barrio,
a hacerse el muerto todos sobre ella, a punto de aplastarla, porque no os lo he
contado antes y perdonad el olvido, pero es que ya uno no está muy fino con
esto de la memoria, ya saben ustedes, cosas de alemanes cabrones y de alemanas
hijas de puta que nos quieren quitar todo y ya hasta nuestro pasado, nuestras
referencias.
El caso es que maría era una preciosa niña feliz a la que le
encantaba estar con sus perros e imaginarse que salvaba vidas con ellos, que
rescataban a niños ocultos tras los escombros de un derrumbe, atrapados entre
los cascotes producidos por un terrible terremoto. Y ella y sus perros los
salvaban a todos y siempre acaban en fiestas celebrando sus triunfos, tomando
dulces, caramelos y sangüiches de choped y mortadela de colores. Ah, y no
faltaba la tarta, una hermosa tarta de tres pisos como las de las bodas, que
comían con las manos y que acababan tirándosela unos a otros jugando y riendo.
Al final, todos juntos terminaban en la alberca de aguas cristalinas y frías,
porque llegaban directamente de lo más profundo del pozo de la noria, aquella
donde un pobre mulo no dejaba de dar vueltas todo el día. Esa visión era la
única visión dolorosa que tuvo maría en su infancia, por eso ella se prometió
así misma que sería siempre libre, que nada ni nadie le ataría de manera que se
viera alguna vez como ese mulo dando vueltas y vueltas sin poder huir de su
rutina aplastante, de su prisión circular y engañosa.
María de pequeña siempre había soñada que dedicaría su vida
a ayudar a la gente, a intentar hacerles la vida más alegre, a que superaran
sus penas y sus desdichas, a poder paliar el sufrimiento y el dolor inevitable.
María siempre fue una niña feliz y muy especial. Tenía todo
lo que necesitaba una niña como ella para ser feliz: unos padres que la querían
más que a sus vidas, unos hermanos que la adoraban y la mimaban porque ella era
su pequeñina, su muñeca, su queca, y unas amigas inseparables con las que podía
compartirlo todo. Creo que una vez, según me contó su mamá, compartieron hasta
un novio, su primer novio, un amigo del cole muy guapo, que les contaba
historias del arco iris y de viajes por el mundo en un globo. Esta era otra de
su pasiones: viajar, recorrer el mundo y no parar de darle vueltas hasta saber
que lo había conocido todo.
Cuando maría llegaba del cole, su madre la estaba esperando
con su bocadillo de nocilla y su gran vaso de leche para poderse poner grande y
fuerte. Ella quería crecer ya, hacerse mujer ya para poder empezar a trabajar
ayudando a la gente a ser feliz, dándoles su sonrisa, su amor y sus tiernos
abrazos que tanta seguridad y satisfacción aportaban.
Sus perros serían sus colegas en el trabajo. Estaba segura de
que serían buenos compañeros y que aportarían desinteresadamente todo su
entusiasmo, toda su vitalidad, toda su energía, toda su fidelidad a todos los
que la necesitaran.
- A ver, colega trueno, hoy usted se encargará de la niña
que llegó hace unos días y que desde entonces no ha dejado de llorar ni no ha
probado bocado. Confió en usted y espero verla corretear detrás suya riendo a
carcajadas y dándole enormes bocados a un rico bocata que lleve en la mano.
- en cuanto a usted, tobi, sé que es especialista en cariño,
así que le encomiendo una difícil misión. Ayer llegó a nuestra sede una niño de
trece años que ha perdido recientemente a su padre y está muy triste. Quiero
que usted le haga olvidar sus penas. Sabemos por información de su madre, que
está muy preocupada por él, que le encanta pintar y que escribe poesías a
amores platónicos. Es un niño muy reservado y no habla con cualquiera, para
entrarle hay que hacerlo con gran habilidad, si el sospecha que queremos
ayudarle se va corriendo. Le digo lo mismo que a su compañero. Confío en usted,
colega.
- mi viejo maxi, no creas que me he olvidado de ti, ya sabes
que nunca me olvido de ti y que te reservo los casos más delicados y
acuciantes. Hoy llegarán dos hermanos, un niño de cinco años y su hermanita
mayor, de siete. Los dos han sido retirados a sus padres por abandono y
desnutrición severa. Me han informado que vienen con mucho miedo y que están
muy tristes. Así que mi querido maxi, te recomiendo que te armes de paciencia y
confío que en pocos días estos hermanitos estén integrados con el resto de
niños y jugando en el patio y en las salidas al campo a coger setas, espárragos
y tagarninas.
Así pasaban los días de maría junto a sus perros, jugando
siempre con ellos , dándoles todo su amor, imaginándose en un lugar donde
ayudaba a la gente a ser feliz, y por las noches, cuando ya le llegaba el
cansancio, se iba a dormir con ellos a su cuarto. Sus padres siempre dejaron
que sus perritos se acostaran con ella, a los pies de su cama. Les calentaban sus piesecitos fríos y se sentía más segura y así dejaron de volverle las pesadillas feas
de las noches, donde se veía sola sin sus perros, porque ella nunca, nunca
dejaría a sus perros. Ellos irían siempre donde ella fuera.
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