ese día todos los perros del pueblo se habían puesto de acuerdo. ese día no estaban dispuestos a seguir sufriendo más los putos cohetitos.
al primer estallido todos fueron donde ya sabían que los tiraban.
rodearon al puto cohetero de los cojones, y lo hicieron disfrutar del puto ruidito; pero esta vez no era el de los cohetitos, sino el de sus pelotas al estallar, el de sus gritos desgarrados al ver como los pobres perros, hartos ya de tanto cohetito de mierda, le estaban dando su merecido, aquel con el que tantas veces habían soñado.
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