no querían que olieran como podían oler
les prohibían crecer como querían crecer
controlaban la intensidad de sus colores
administraban sus capacidades de gustar
odiaban verlas disfrutar con la luz
les irritaban sus bailes al viento
controlaban sus compañías
sus conversaciones
sus deseos más íntimos
su pasión por la vida
sus ímpetus de libertad
sus luchas por volar
solo podían y debían servir para adornar
oler sutilmente sin llegar a irritar
lucir un moderado tono pastel
que no rompiera la armonía rígida
de sus grandes salones de baile
y morir
eso sí
morir lentamente al son de sus tristes músicas
dentro de sus encorsetados jarrones de porcelana fría
calladas
sin el menor ruido
ni lamento
cuidando exquisitamente su respiración
sus últimos estertores
reprimiendo sus anhelos más profundos de vivir
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