(para mi amiga vichita)
Había una vez en un país de lobos una linda vichita que se
llamaba Eugenia. A Eugenia le encantaba pintar las flores donde se posaba y
dormía refugiada por las noches. Allí, protegida por sus coloreados pétalos,
esperaba a que la despertara, como todos los días, su amigo el sol, que siempre
lo hacía con la delicadeza de un buen amante. Una vez espabilada con una
gotitas de rocío en sus pequeños ojitos verdes, se iba con él a despertar a los
demás habitantes del país; aunque nunca se atrevió a entrar en la guarida de
los lobos.
Siempre tuvo miedo de conocer a estos terribles animales de
los que había escuchado tantas cosas horribles. Pero vichita era muy valiente y
atrevida, y decidió que nada en la vida debía de darle miedo, que ella con su
simpatía y su gracia podría enfrentarse a ellos y cambiarlos.
Así que ahí que la vemos un día muy decidida a conquistar el
corazón de aquellos terribles animales. Caminó horas y horas hasta que los
encontró. Dormían después de haber pasado la noche matando inocentes gallinas y
pequeños conejillos blancos. Aún tenían hilillos de sangre seca en sus bocas;
pero ni esto le hizo echarse atrás. Estaba decidida y nada ni nadie iba a
convencerla de lo contrario, de que fuese más prudente, de que en el fondo no era
tan fuerte como creía y de que su fragilidad la leerían los lobos en sus ojos
al primer instante. nada hizo que cambiara de opinión y se plantó con
firmeza delante del lobo que parecía más fiero y liderar la manada.
-
buenos días, señor lobo. Parece usted un animal muy
hermoso y poderoso y querría conocerle a usted y a sus amigos. Estoy segura de
que todo lo malo que dicen de ustedes es falso.
El lobo la miró con cara de sorpresa. No llegaba a entender,
y menos recién despertado de su escaso sueño, como esa pequeña vichita se había
atrevido a querer conocer a animales tan bravos y peligrosos como ellos; y
volvió a mirarla, pero esta vez con la certeza de tener delante de él un
apetitoso y tierno bocado. qué suerte había tenido ese día, pensó, y por supuesto
que sí que era un buen día para él. Lo que ya no estaba seguro era de si
igualmente sería un buen día para aquella atrevida e inconsciente vichita tan decidida a conocerlo
todo, y le contestó:
(el resto es tuyo, vichita. tómatelo como otro trabajo de colaboración. un abrazo y a salir y a pintar. por cierto, cuídate de los lobos lobos)
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