domingo, 4 de agosto de 2013

la vichita eugenia

                                                                                                                (para mi amiga vichita)

Había una vez en un país de lobos una linda vichita que se llamaba Eugenia. A Eugenia le encantaba pintar las flores donde se posaba y dormía refugiada por las noches. Allí, protegida por sus coloreados pétalos, esperaba a que la despertara, como todos los días, su amigo el sol, que siempre lo hacía con la delicadeza de un buen amante. Una vez espabilada con una gotitas de rocío en sus pequeños ojitos verdes, se iba con él a despertar a los demás habitantes del país; aunque nunca se atrevió a entrar en la guarida de los lobos.

Siempre tuvo miedo de conocer a estos terribles animales de los que había escuchado tantas cosas horribles. Pero vichita era muy valiente y atrevida, y decidió que nada en la vida debía de darle miedo, que ella con su simpatía y su gracia podría enfrentarse a ellos y cambiarlos.

Así que ahí que la vemos un día muy decidida a conquistar el corazón de aquellos terribles animales. Caminó horas y horas hasta que los encontró. Dormían después de haber pasado la noche matando inocentes gallinas y pequeños conejillos blancos. Aún tenían hilillos de sangre seca en sus bocas; pero ni esto le hizo echarse atrás. Estaba decidida y nada ni nadie iba a convencerla de lo contrario, de que fuese más prudente, de que en el fondo no era tan fuerte como creía y de que su fragilidad la leerían los lobos en sus ojos al primer instante. nada hizo que cambiara de opinión y se plantó con firmeza delante del lobo que parecía más fiero y liderar la manada.

-          buenos días, señor lobo. Parece usted un animal muy hermoso y poderoso y querría conocerle a usted y a sus amigos. Estoy segura de que todo lo malo que dicen de ustedes es falso.

El lobo la miró con cara de sorpresa. No llegaba a entender, y menos recién despertado de su escaso sueño, como esa pequeña vichita se había atrevido a querer conocer a animales tan bravos y peligrosos como ellos; y volvió a mirarla, pero esta vez con la certeza de tener delante de él un apetitoso y tierno bocado. qué suerte había tenido ese día, pensó, y por supuesto que sí que era un buen día para él. Lo que ya no estaba seguro era de si igualmente sería un buen día para aquella atrevida e inconsciente vichita tan decidida a conocerlo todo, y le contestó:

(el resto es tuyo, vichita. tómatelo como otro trabajo de colaboración. un abrazo y a salir y a pintar. por cierto, cuídate de los lobos lobos)


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