jueves, 20 de diciembre de 2018

contra el olvido (1)



nací un 6 de octubre de 1957 en mi propia casa -en la calle san alberto, en dos hermanas, un enorme pueblo de sevilla-, como era costumbre en la época, o yo así al menos lo creía hasta hace poco. lo de propia es un decir porque en esa época vivíamos de alquiler.

los recuerdos de los años que viví en esa casa están muy fragmentados, y muchos de ellos ya no estoy seguro de que sean verdaderos recuerdos de mis experiencias directas o recuerdos de los que me contaban mis padres -sobre todo mi madre porque no recuerdo que mi padre hablara mucho con nosotros o al menos conmigo. no era muy hablador, como yo-, de aquellos años.

ante todo tengo que dejar muy claro de que soy muy desordenado y que me gusta serlo. así que no me voy a molestar lo más mínimo en cambiar mi hábito. saltaré de donde y adonde tenga que saltar, de lugares distintos o fechas distintas, conforme me vaya acordando de algún detalle que quiera dejar aquí escrito.

por qué he empezado a escribir sobre mí, sobre mis memorias? quizás porque estoy empezando a perderlas, porque noto cada día que recuerdo cada vez menos de mí; y porque me apetece empezar a contarlas, aunque sea solo para mí, para no olvidarlas o para saber al menos donde puedo volver a leerlas, aunque llegue el momento de que hasta desconfíe que que todo esto que ahora escribo y quiero escribir fuera alguna vez verdad.

volviendo a la casa de san alberto y a mis primeros años de vida, tengo que contar que pude no haber conocido nunca  a mi padre, ya que al poco de yo nacer él se sometió a una operación de la que los médicos le daban muy pocas probabilidades de vida, de que pudiera superarla, pero que era inevitable. y salió, aunque delicado, aunque perdiera esa planta de hombre fortachón y atractivo que tenía en las fotos anteriores a la intervención. siempre recuerdo a mi padre alto, al menos para mi visión de niño, y delgado, con gafas de sol metálicas, finas y oscuras; la cara muy chupada y el pelo canoso y muy repeinado hacia atrás. usaba brillantina, la gomina de la época, para mantenerlo siempre en la misma posición, no sé si esto era por coqueteo,  por comodidad o por moda.

pues el caso es que salió adelante y yo pude conocerlo y tenerlo hasta los trece años, que entonces sí se me fue para siempre, a una edad muy jodida. creo que en mi personalidad su ausencia tan temprana y etapa delicada fue decisoria.

parece ser, por lo que me contaban, que era de los tres hermanos el más pejiguera, el más inconformista, al que más reñían porque solía darme por llevar la contraria como el típico niño protestón difícil de contentar.

cuando salíamos en familia a la feria o a alguna otra fiesta mis padres nos solían comprar algún detallito a cada uno, y como sabían lo caprichoso e insatisfecho que era, siempre me dejaban elegir a mí el primero antes que a mi hermano, que era dos años más pequeño que yo. al final, al poco de habernos comprado el juguetito, siempre se me antojaba el de mi hermano, las cosas de los niños dicen.

creo que por hoy ya hay bastante. otro día, si me apetece y me veo inspirado, seguiré con el rollo. si habéis llegado hasta aquí, gracias, y si no, no me molesto en deciros nada porque nunca lo ibais a leer.

7 comentarios:

  1. Creo que es una buena decisión ya que estoy de acuerdo en que los años nos hacen olvidar experiencias de vida y si ahora se escriben se está a tiempo.

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    1. querido amigo, gracias; y desde aquí te animo a que tú nos cuentes tu vida, que ya sabes, como te he dicho otras veces, que darías una gran idea a almudena grandes para hacer otro novela de la serie de la guerra interminable. un abrazo

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  2. Sigue escribiendo las memorias. Me emocioné. Te quiero mucho papá.

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  3. Eres un artista, creativo y curioso. Me encanta todo lo que haces.

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