hubo una vez una preciosa niña de suave pelo y cara de ángel, de delicados ojos de alegría llorada, de leve sonrisa infinita, que todos los días le dejaba comida a los pájaros.
ellos se fueron acostumbrado a ella, y cuando la veían venir, la rodeaban entre vuelos y trinos de bienvenida, la festejaban como lo mejor que les había ocurrido en sus vidas; pero un día dejó de ir, y ya no volvió más.
los pájaros, sus fieles pájaros, siguieron yendo todos los días al mismo lugar a esperarla, a recibirla con la misma alegría del primer día. nunca pensaron que les había abandonado. todos los días soñaban con verla aparecer, aunque ya no les trajera comida, aunque solo fuera por verla y compartir aquella alegría que vivieron juntos y que les cambió la vida para siempre.
ellos se fueron acostumbrado a ella, y cuando la veían venir, la rodeaban entre vuelos y trinos de bienvenida, la festejaban como lo mejor que les había ocurrido en sus vidas; pero un día dejó de ir, y ya no volvió más.
los pájaros, sus fieles pájaros, siguieron yendo todos los días al mismo lugar a esperarla, a recibirla con la misma alegría del primer día. nunca pensaron que les había abandonado. todos los días soñaban con verla aparecer, aunque ya no les trajera comida, aunque solo fuera por verla y compartir aquella alegría que vivieron juntos y que les cambió la vida para siempre.
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